Francisco
Morán, Southern Methodist University©
Hay que decir que la entrevista
del 22 de mayo – cuya traducción al español incluimos al final – se comprende
mejor cuando se la lee junto a la del 12 de abril que publicamos en la entrega anterior. En lo que
respecta a las posibilidades de éxito de la insurrección cubana y a sus
avances, por un lado; y a la estrategia seguida por el gobierno español para
sofocar la revolución, por el otro, podríamos decir que Martí prácticamente
repite lo que le había expresado al reportero en la primera entrevista. Solo
que en esta ocasión no es Martí quien visita la redacción del periódico, sino
el reportero quien lo entrevista en su casa en East 29st. Por otra parte, tanto
una observación del reportero como algunas de las cosas que dice Martí le
resultarán familiares a cualquier lector familiarizado con los testimonios de
los que lo conocieron, y con algunas de sus obsesiones. En el primer caso
tenemos la auto-rectificación del reportero quien, habiendo afirmado primero
que tuvo “una larga conversación con el Señor Martí,” nos dice entonces que más
bien él fue “un oyente interesado del monólogo
del Presidente sobre los logros y perspectivas
de los cubanos” (énfasis nuestro). Ese monólogo que revela o sugiere una
incapacidad para el diálogo, para la conversación – y por tanto la aceptación y
negociación de las diferencias – se deja entrever en no pocos testimonios. Es
el caso, por ejemplo, de José de Armas y Cárdenas, quien recuerda que Martí fue
a verlo para hablar de Mendive, deleitándolo “con un rato de su sabrosa
conversación.” Nótese que Armas y Cárdenas crea un oxímoron, pues la “sabrosa
conversación,” que obviamente supone un intercambio, no era sino la de Martí: “su sabrosa conversación.” De ahí la
importancia de lo que añade: “Deslizábanse las horas sin sentirlas, y aun
cuando no se aceptaran muchas de sus afirmaciones, era imposible sustraerse al
influjo de tanta persuasión, y tan lógico raciocinio, salpicado de citas
siempre oportunas y vestido de una amenidad encantadora. Refiere Armas y
Cárdenas que él acababa de salir de La Habana, y que “el Partido Autonomista,
cualesquiera que fuesen las simpatías ocultas de algunos de sus prohombres, se
hallaba en el apogeo de su fuerza y rechazaba toda tentativa de organizar un
movimiento armado.” Añade que para él – y esto es importante, puesto que acababa de salir de La Habana – “el país rechazaba la revolución,” y no
obstante, Martí, “que veía las cosas desde
fuera, y recibía informes de obscuros y modestos agentes, [le] aseguraba,
que el movimiento revolucionario era general en toda la isla” (Armas y Cárdenas
15-16) (énfasis mío).
Asimismo,
la declaración que Martí le hace al reportero de que “no hemos hablado antes
porque queríamos hablar con hechos y no con palabras” nos recuerda su obsesión
con ser poeta… en actos. Además, no era rigurosamente cierto que no había
hablado antes. Tenemos también su archiconocida
insistencia en que la guerra era contra España, y no contra los españoles.
Aunque uno entiende lo que quería decir, tampoco puede olvidarse que España –
como cualquier otra nación – no podía existir sino en los españoles, y que eran
éstos, no España, los que morían en la guerra. Lo que esa idea absurda revela
es el drama psicológico de su existencia. Reconocer que la guerra era contra
los españoles, implicaba reconocer también, enfrentar el hecho de que era a su
vez contra su padre, contra su madre y aun contra sí mismo. Eso era,
precisamente lo que tenía que conjurar incesantemente. Al final, esa misma
imposibilidad revela lo que escondía su reverso: si Martí no podía pelear
contra España, sí podía combatir a Cuba. Por eso, a su vez, tenía que ser una
“guerra sin odios.” Proyectada como guerra de saneamiento, de purificación de
la sangre, incluso puede decirse que como cruzada, la “guerra necesaria” de
Martí era también – y esto lo sabía muy bien – la guerra que necesitaban los Estados Unidos como
excusa para intervenir en Cuba.
Ahora
bien, si la entrevista del 22 de mayo apenas añade nuevo a la del 12 de abril,
¿en qué reside su importancia? Para responder a esta pregunta lo primero es
llamar la atención del lector al título de la misma: “Esperanzas y miedos de
los cubanos.” Lo primero
– las esperanzas – resulta obvio: la esperanza del
éxito de la insurrección. Pero, ¿y los miedos?
Regresemos al título. ¿Es de Martí
o del reportero? Lo lógico es que este último haya buscado en las respuestas de
Martí una frase – o una idea susceptible de ser
resumida en una frase – que sirviera de gancho para atraer la atención
de los lectores. En este caso habría que decir que el título lo proveyó el
entrevistado. Precisamente algo que dice Martí sugiere que esta conclusión no
es en modo alguno descabellada: “Luego está el terrible peligro de decepcionar
a los negros en sus esperanzas de la libertad que les había sido prometida, y la rabia y la
desesperación del pueblo por los sufrimientos que España le ha causado al
país.” Como puede verse peligro y esperanzas están específicamente ligados
a los negros, quienes, curiosamente,
aparecen separados del pueblo.
En este punto, me parece de la
mayor importancia regresar brevemente a la entrevista del 12 de abril para
señalar algo que pasé por alto en mi introducción, y que justamente la crónica
de que nos estamos ocupando me lo recordó. Martí expresó en aquella que:
Pero el gran peligro para la isla y la principal causa de la
revolución es que los esclavos negros, a los que se les prometió una
emancipación que no llega, y que recuerdan a los esclavos que alcanzaron su
libertad durante la última guerra, ahora están resueltos a ser libres a
cualquier precio. No tienen nada que perder excepto sus vidas, las cuales en
estado de esclavitud son más desdichadas. Ellos no poseen el auto-dominio de
los hombres civilizados, y en su lucha cometen todo tipo de atrocidades. Ahora
están peleando en la parte oriental de la isla; y en la parte occidental, donde
no pueden pelear, están quemando sistemáticamente los campos de caña de azúcar
donde trabajan.
Aquí también el peligro – el miedo – y la esperanza
están ligados a la cuestión del
negro:
la incumplida promesa de la libertad, así como el peligro que esto
representaba, toda vez que se trataba de individuos salvajes, o incivilizados que carecían de la
facultad de auto-dominio, es decir, de la razón;
por lo que no sólo eran proclives a la violencia, sino que ya estaban
cometiendo toda clase de atrocidades.
Así, el “peligro de decepcionar a los negros,” no podía sino constituir a su
vez “el gran peligro para la isla” y – esto es revelador – “la principal causa de la revolución.” Por
lo tanto, la causa principal de la revolución era conjurar o exorcizar el
peligro que significaba el descontento de los negros. Dicho de otra manera, la
causa principal de la revolución se revela como el miedo al negro; es decir, justamente el miedo que Martí –
supuestamente – intentará espantar él mismo con el propósito de asegurar el
apoyo irrestricto de los negros al movimiento revolucionario, y también el de
los criollos y cubanos blancos. A ese miedo apunta “el terrible peligro de decepcionar a los negros.” Pero, sí, pero ¿para quién(es)? Eso es lo que tenemos
que preguntarnos, y preguntarle a Martí. Pero lo que estas entrevistas
demuestran es que Martí tenía ese miedo bien metido en sí mismo. La pareja
sustantivo-adjetivo resume admirablemente el terrible terror del blanco al peligro de la violencia del negro. No es imposible que este miedo
tenga alguna relación con, o se haya hecho eco del reporte en la primera página
del New York Times del 21 de enero de ese mismo año de 1880 en el que se
expresa: “The Santiago de Cuba Police are reported to have discovered an
association of negroes called ‘Nanigos,’ whose statutes oblige its members to
kill white persons. The Police captured 54 alleged members of the society” [“La
policía de Santiago de Cuba inform el descubrimiento de una asociación de
negros llamados ‘Ñáñigos,’ cuyos estatutos obligan a sus miembros a matar
personas blancas”].[i]
De hecho, esto demuestra lo que ya Jorge Camacho acerca de que Martí no podía
desconocer las representaciones del ñañiguismo en Cuba. En este sentido
menciona el reporte Los ñáñigos, su
historia, sus prácticas, su lenguaje con el facsímile de los sellos que usa
cada uno de los juegos o agrupaciones (1882), de José Trujillo y Monagas,
agente de policía (2011, 36). Los reportes de 1880 en la prensa estadounidense,
así como los que se publicaron en años posteriores, permiten, pues, afirmar con
bastante certeza el argumento de Camacho. Ahora bien, todavía más importante,
para lo que aquí nos ocupa, es el artículo “Una secreta orden de africanos” que
Martí publicó en Patria el 1 de abril
de 1893. Como observa agudamente Camacho los pilares de la retórica de Martí
son el miedo y la deuda. Lo primero
lo relaciona, con acierto, a la distancia que crea Martí entre él mismo, y la
asociación a la que se refiere como “una tremenda orden secreta de africanos,”
en tanto que ve lo segundo en que “el Delegado aprovecha esta oportunidad para
comprometer a los negros a luchar por Cuba y por esta razón reproduce una carta
que supuestamente había recibido del «venerable director» de esta orden, Juan
Pascual, quien afirma que a partir de ese momento la orden daría dinero para
engrosar los fondos de la guerra” (2008, 34). En este punto, sin embargo,
quiero haceruna aclaración y añadir algo, con lo que a mi modo de ver no sólo se fortalece el argumento de Camacho, sino que también me permite establecer una continuidad entre ese artículo de Martí y lo que he señalado ya en las dos entrevistas de 1880. Al referirse a la carta que menciona Martí como una que “supuestamente [este] había recibido del «venerable director»” arroja duda sobre la verdad de ese envío. Esa duda gana peso por el simple hecho de que Martí no menciona ningún remitente, sino que, por el contrario se limita a decir “dice una carta” (OC 5, 324) (énfasis mío). De quién no nos lo dice. Más adelante añade: “Y dice más la carta: En reunión regular que celebra la orden los jueves, Juan Pascual, que así se nombra el venerable director, propuso que la orden donara una cantidad que ayudase a engrosar los fondos de la guerra, porque ellos también quieren contribuir con algo al día de la patria.” (325). Se menciona al director en la carta, y por tanto no se dice y es obvio que él no pudo ser su autor. Pero como ya he dicho, esta corrección le da más peso a la duda que siembra, o al menos nos sugiere Camacho. En segundo lugar, creo importante citar más extensamente el texto de Martí. Luego de una extraña introducción donde afirma que “[e]s de uso entre los necios tener en poco las cosas grandes,” afirma Martí que el mundo, “más que a esta caterva, recordará acaso a Tomás Surí, al africano Tomás Suri, que ha cumplido los setenta años en el destierro del Cayo” (324). Esa caterva es, supongo, la de los necios. Lo que no tengo claro por qué habría de decir nada de esto para hablar de Surí. Al igual que en la crónica del 22 de mayo de 1880, en la que menciona separadamente “el terrible peligro de decepcionar a los negros” de la “rabia y el desespero del pueblo” – rabia y desespero que no están investidos del miedo con que se carga la decepción de los negros – también aquí el adjetivo africano podemos decir que descubaniza, o aisla a Surí, y no puede ser una casualidad que éste sea también, como afirma Martí, “de una orden secreta, de una tremenda orden secreta de africanos, con ordenanzas y quién sabe qué.” No hay que estirar mucho las cosas para ver como se acoplan “terrible peligro” y “tremenda orden secreta de africanos.” Por si queda alguna duda, Martí insiste en que Surí era “[d]e una misteriosa, peligrosa, funesta orden secreta” (324) (énfasis mío). De este modo, tanto Surí, como la orden de ñáñigos a que pertenece, quedan marcados por el hierro de una otredad peligrosa y, en efecto, como lo vio Camacho, temida. Incluso la alusión al secreto inaccesible – “y quién sabe qué” – sugiere la dimensión de un terror asociado con lo insondable. Al mismo tiempo, dicha inscripción revela a su vez el lado desde el que se la imagina: la del letrado blanco y civilizado. Como afirma Camacho en otro artículo donde también aborda este texto de Martí: “La misma denominación, por su parte, de la orden como “africana”es otro indicio de temporalización del Otro, otra forma de objetivar al negro y alejar los componentes de la cultura primitiva de la criolla. Ni porque habla español, y tiene nombre español, ni porque ha vivido tantos años en Cuba, Martí considera a Tomás Surí como otra cosa que ‘africano” (2011, 37-8). En este mismo trabajo Camacho observa que “el contrapunteo entre el referente oculto de [“Una secreta orden de africanos”] (estas órdenes) y su referente explícito (la educación) es precisamente lo que mantiene la tensión a lo largo del texto, donde no cabe dudas que Martí toma partido por la segunda” (37). Al respecto, citaré – por lo que revela – la oposición que establece Martí entre el tambor y la escuela. El elogio que le dedica a Surí se debe a que éste “dejó ir a unos hermanos porque querían aun el tambor, y los demás no querían ya tambor en la orden, sino escuela” (OC 5, 324). Lo significativo es que en ningún momento se expresa o queda claro que los que querían el tambor no querían la escuela. En cambio, sí está claro que los que querían la escuela, no querían el tambor.” El problema con esto es que el tambor, como sabemos, no es una marca específica del ñañiguismo, sino de la cultura africana – o de las “culturas salvajes,” como suponía el saber etnográfico de la época – por lo que el rechazo del tambor, que no de otra cosa se trata, era en definitivas un rechazo a la cultura africana y no meramente al ñañiguismo. En última instancia no se trata sino de la oposición civilización-barbarie.[ii]
Regresando entonces a la
entrevista de Martí en el Tribune, hay
que advertir que inmediatamente después de invocar el terrible peligro, este Martí refuta la versión del gobierno español
de que la revolución era una “guerra de razas.” Explica que según el gobierno
la revolución es “una guerra de negros,” pues ve que “el gobierno provisional
está compuesto completamente de blancos,” mientras que el ejército está también
“compuesto totalmente de hombres de color.” Martí guarda silencio respecto a la
composición del gobierno provisional, pero argumenta que “aunque es cierto que
en los distritos orientales hay muchos
negros bravos y capaces, todavía el número de blancos los supera.” Añade
incluso que en el departamento de Las Villas “sólo hay soldados blancos en las filas de los insurgentes” (énfasis
mío). A propósito de lo que expresa Martí, quiero traer a colación lo que
expresa Rafael Rojas en “Martí y los negros,” publicado en su blog Libros del crepúsculo:
Ahora que crece el interés en el estudio de la cuestión racial en José
Martí, como prueban algunos ensayos recientes de Jorge L. Camacho, Laura Lomas
y Jossianna Arroyo, y que se discute dentro y fuera de la isla el centenario de
la masacre de los "independientes de color", recuerdo la entrevista
de Martí y Gómez con el periodista norteamericano, William Shaw Bowen, el 7 de
mayo de 1895, dos días después de la famosa reunión con Antonio Maceo en La
Mejorana. En aquella entrevista, publicaba en el New York World y rescatada por Gonzalo de Quesada y Miranda en un
artículo de junio de 1938, en Bohemia, y luego incluida en su libro Facetas de Martí (1939), Bowen retrataba
un Martí "en buena cabalgadura y un rostro tostado del sol", con la
"misma facilidad oratoria que hizo resonar al Hardman Hall con su
voz".
A una observación de Bowen sobre el hecho de que la mayoría de los
quinientos hombres de Gómez eran de color, Martí respondió que uno de los
objetivos de extender la guerra hacia Puerto Príncipe, Las Villas y el centro
de la isla era lograr que "más cubanos blancos fuesen a la manigua".
A Martí, por lo visto, le preocupaba tanto el regionalismo que podía generar un
levantamiento concentrado sólo en el Oriente como una mayoría negra en el
Ejército Libertador. Es por ello que declara al corresponsal de Nueva York:
"los nobles patriotas de la raza de color se están levantando en armas en
todas partes. No podemos aceptar que la guerra se limite a ellos. Hay muchos
blancos en la manigua, pero su número no se acerca al de los soldados de color
de la República".[iii]
Aunque Rojas parece citar del
libro de Quesada y Miranda, la falta de la correspondiente información bibliográfica
dificulta saber si este es el caso, o si por el contrario las citas
corresponden a la entrevista misma publicada en el New York World. Sobre todo por el “Ahora que…. recuerdo la
entrevista…” La confusión se explica también porque en el libro de Quesada y
Miranda que, en efecto, reproduce la entrevista, no hay absolutamente nada que indique que lo que dice Martí
fue en respuesta a, como afirma
Rojas, “una observación de Bowen.” Desde luego, es enteramente posible que la
declaración de Martí respondiera a una pregunta hecha por Bowen, pero hay que
advertir que, a pesar de que así lo llama Quesada y Miranda, las palabras
introductorias de Bowen obstaculizan, hasta cierto punto, considerar al texto
como una “entrevista.” Dice Bowen: “Ayer celebré una breve conferencia con José
Martí y Máximo Gómez.” La noción conferenciar
con está más cerca de la conversación
que de la entrevista. Quizá esto
explique, por un lado, la manera en que el periodista reporta las palabras de
Martí; y por el otro, que no consigne ninguna pregunta (ni directa, ni
indirectamente). Así, Bowen nos dice que Martí “admitió,” “dijo” y “declaró.”
Incluso en lo que respecta a Gómez, con quien se supone también se entrevistó,
se limita a decir que éste le “[m]andó un mensaje al World” y “[l]e aseguró al World.”
Igualmente reproduce el mensaje que Martí “le envió al World” (Facetas 238-239).
Si recordamos que el reportero del
Tribune que entrevistó a Martí
corrigió lo de “una larga conversación” y afirmó que se trató más bien del
“monólogo del Presidente;” si recordamos, en fin, que según lo que sugieren
muchos otros testimonios a Martí le diálogo no se le daba fácil, entonces no es
extraño en lo absoluto que lo que expresó en 1895, ya en Cuba, acerca de la
composición racial de las fuerzas insurrectas, haya sido una declaración
espontánea, no mediada – ni necesitada – de ninguna pregunta.
Lo que tan importante la
recuperación de las dos entrevistas con el New
York Tribune, respectivamente el 12 de abril y el 22 de mayo de 1880, es
que al acercarlas a la “entrevista” de 1895 figuran una especie de camino o
trayectoria que se cierra circularmente. Recién llegado a los Estados Unidos el
New York Tribune lo entrevista al
menos tres veces, y luego, al final, justo casi antes de morir, otro periodista
norteamericano lo entrevista en suelo cubano en 1895. De las tres entrevistas
de Nueva York, en las dos que he dado a conocer la cuestión racial – o del negro,
para ser más exactos – es de la mayor importancia, y lo mismo ocurre en la del
95. Y en la última de Nueva York y en la de Cuba, Martí se enfoca en la
composición racial de las filas insurrectas. Y no está de más recordar que en
1880 no sólo Martí desmintió la afirmación del gobierno español de que el
ejército insurrecto estaba compuesto solo de blancos. Más aún; aunque admitió
que había “muchos negros bravos y capaces,” también aclaró que los blancos los
superaban en número. Y no dijo esto cómo algo que fuera en lo absoluto
preocupante. De modo que podría concluirse que el exceso que le preocupa era el
otro: el que los negros sobrepasaran a los blancos. Y no cabe duda que en 1895
estaba pensando sobre todo en los negros de la República: “Hay muchos blancos
en la manigua, pero su número no se acerca al de los soldados de color de la
República” (Facetas 239). El
comentario es revelador: esos negros ya tenían un pie en la República, y los
blancos al parecer estaban lejos. Había que darse prisa antes de que siguiera
la manigua llenándose de tambores.
Según Rojas, “por lo visto” a
Martí “le preocupaba tanto el regionalismo que podía generar un levantamiento
concentrado sólo en el Oriente como una mayoría negra en el Ejército Libertador.”
Hay que notar que esta reflexión cojea, puesto que Rojas encuentra una causa en
la preocupación por el regionalismo, pero no nos dice cómo interpreta él la
preocupación de Martí por “una mayoría negra en el Ejército Libertador.” Hay
que presionar, pues, en esta pregunta: ¿qué problema había con que hubiera una
mayoría de negros en el Ejército Libertador? ¿No estaría detrás de esto el
miedo al tambor? ¿Al peligroso toque de esos tambores cuando llegara la hora de
vérselas con los negros decepcionados?
A continuación la entrevista en su versión original,
en inglés; y luego su traducción al español. Hay una parte del texto con áreas
ilegibles, y cuando esto ocurre lo indico. Solo he hecho cambios en el texto
cuando la traducción al español requería, por ejemplo, refrasear alguna idea o
frase. También he corregido la puntuación en la traducción. Los lectores
notarán alguna que otra torpeza en el inglés de Martí (el mío no es mejor),
pero debe recordarse que estaba recién llegado a Estados Unidos. Precisamente
esos deslices sugiere que el reportero lo cita verbatim. Pero todavía a los lectores les aguarda otra
sorpresa. Ya sabíamos que no solo Martí citaba de los periódicos
norteamericanos, sino que también los reescribía, con lo cual la autoría misma
del texto se vuelve problemática. Sobre todo porque hay numerosas instancias en
las que, a menos que se confronte la escritura martiana con textos periodísticos
estadounidenses resulta casi imposible encontrar los rastros de aquellos,
escucharlos, en el enrevesado estilo martiano. Resulta, sin embargo, que lo
anterior debemos añadir ahora otro itinerario: el de la prensa neoyorkina copiando
y reescribiendo a Martí. Al día siguiente de publicada la entrevista que aquí
ofrecemos, otro periódico de Nueva York – The
Brooklyn Daily Eagle – publicó, sin firma, un artículo titulado “The Second
Struggle in Cuba.” El artículo en cuestión – aún con las omisiones y cambios
que introduce – es, como podrán ver los lectores, una copia casi al calco de las
declaraciones de Martí en la susodicha entrevista, y a la que, por supuesto, no
alude. Tan es así que prácticamente casi todo lo que aparece ilegible en la
entrevista, puede reconstruirse con el material que suministra el artículo. Este
hecho amerita un análisis en el que, sin embargo, no voy a entrar. Solo llamaré la atención sobre dos detalles que me
parecen de la mayor importancia. El artículo omite las palabras de Martí de que
la guerra era contra España y no contra los españoles. En segundo lugar añade
algo que Martí no dice: “será una lucha que suscitará la simpatía de los
patriotas de todos los países, y no puede
sino despertar intenso interés en este país, donde el sentimiento es fuertemente contra la mayor posesión de la isla
de Cuba por los verdugos, espías y recaudadores de impuestos españoles” (énfasis
mío). La guerra en Cuba es presentada entonces como de particular interés para
los Estados Unidos donde, debe advertirse, el sentimiento contra la posesión de
Cuba por los españoles no significa necesariamente un sentimiento a favor de la independencia de Cuba de España. No quiero decir con esto que no
existiera genuina simpatía en algunos círculos estadounidenses por las luchas
de los cubanos para ganar su libertad. Mas tampoco puede pasarse por alto los
vientos anexionistas que ya soplaban por entonces. Y aunque esto era
particularmente fuerte en lo que respecta a la anexión de Canadá, y después,
incluso Haití y Santo Domingo, ya la posibilidad de anexar a Cuba había comenzado
a ventilarse. Recuérdese la aclaración de Martí en la entrevista que dimos a
conocer antes de esta. Otro ejemplo es el breve artículo “Cuba” que publicó el
Oakland Tribune (California) el 14 de abril de 1880 (p. 2) en el que se
expresa: “Cubans in the United States entertain strong hopes that the island
will be annexed to this country before many years pass by. […] An expedition is said to
be in process of fitting out now in New York, though its object would seem to
be to harass the Spanish Government, more than to accomplish the seizure of the
island.” [“Los cubanos
en los Estados Unidos entretienen fuertes esperanzas de que la isla se anexe a
este país antes de que pasen muchos años. (…) Se dice que se está equipando una expedición en Nueva York, aunque su
objetivo parecería ser acosar al gobierno español, más que lograr la captura de
la isla”] El artículo menciona que según un cubano que había llegado
recientemente de la isla “the Independence of Cuba would be its ruin, and that
the only salvation for the island lies in its annexation to the United States” [“la
independencia sería la ruina de Cuba, y la única salvación para la isla está en
su anexión a los Estados Unidos].
Incluyo, a continuación de la entrevista en inglés y en español, y también en ambas lenguas, el artículo de The Brooklyn Daily Eagle.
Incluyo, a continuación de la entrevista en inglés y en español, y también en ambas lenguas, el artículo de The Brooklyn Daily Eagle.
Cuban
Hopes and Fears
A Talk
with Senor Jose Marti
Expectations
and Plans of the Revolutionists – The Army in New York and the Army in Cuba
Señor José Marti, president of the
Cuban Revolutionary Committee of New York, was
found at his house in East Twenty-ninth-st, by a TRIBUNE reporter on Tuesday. President Marti seemed to be in the best of spirits, although showing evidence of over-work. The reporter was received in a cordial manner and had a long conversation with Señor Marti, or rather was an interested listener to the president’s monologue upon Cuban accomplishments and prospects.
found at his house in East Twenty-ninth-st, by a TRIBUNE reporter on Tuesday. President Marti seemed to be in the best of spirits, although showing evidence of over-work. The reporter was received in a cordial manner and had a long conversation with Señor Marti, or rather was an interested listener to the president’s monologue upon Cuban accomplishments and prospects.
“We have not spoken before,” said
Señor Marti, “because we wished speak by deeds and not by words. We prefer
action to boastful prophecies. After the unexpected termination of the last war
there was among the Cubans here a sort of lassitude and hopelessness. They had
no means of knowing the true elements and the imperishable resources of the
revolution. In the Island of Cuba the Spanish Government followed two courses of
political action. In the revolutionary departments of Eastern Cuba they
maintained a state of martial law. They persecuted and hounded the patriots
with relentless vigor. The leaders of the movement from which the Government
had something to fear, were imprisoned or mysteriously disappeared. Among these
were Leites Vidal, who was taken away in a Spanish war vessel; Espinosa who
embarked at Nuevitas for Havana, where he never arrived; Cosso, who was killed
at Camaguey; Betancourt and eighteen others, who were captured while peacefully
at work in the fields and murdered. This last crime took place at Colon, near
Havana. Besides these who suffered death, many have been banished to Spain,
such as Silverio del Prado, and old man seventy-five years of age; Dominguez
and Guevara. I am happy to state that they all have effected their escape from
Spanish shores.
“On the west side of the Island of
Cuba the Government of Spain has made many protestations of friendship to the
Cubans, permitting them to take a few tantalizing sips from the cup of Liberty,
and throwing them some crumbs of justice, making promises never intended to be
kept. The Government seeks to hold the inhabitants of the Eastern District in
entire ignorance as to the acts and attitude of the western part of the Island,
in order to stifle the sentiment of revolt and prevent accessions to the ranks
of the insurgents. The hope of reform in the western part of Cuba, united with
the lassitude following the disastrous war just finished, made many believe that
the new revolution would not come at present. But a revolution which has in
view an end so glorious and humane does not cease until it arrives at the
desired result. The war stopped only to take breath for a new struggle. It was
personal divisions and quarrels that precipitated the ‘Peace of San Juan.’
These divisions disappeared and the true causes of the war remained, increased
by the perfidy of the Spanish Government, by the poverty occasioned by the war,
by the anger of Cuba at having been duped by Spain, and by the need one has to
live in liberty when it has once been tasted. Then there is the terrible danger
of disappointing the negroes in their hopes of freedom, which had been promised
to them, and the rage and despair of the people at the sufferings brought upon
the country by Spain.
“It is alleged that our Army has
none of its old chiefs,” continued President Marti. “If they were absent at
first it was only because some of them were killed, others exiled and others
fugitive in this country. The Government profited by this, declaring that the
revolution was only a war of races and of no importance. We kept silence,
knowing that our acts would give the lie to these perfidies, and the deeds have
come. It is said that we have no resources, but we have sent three expeditions
— that of General Benitez to the south of Cuba; that of Brigadier-General
Gonzalez, at Matanzas, in the teeth of the Government; and this one of General
Garcia’s which has only begun as yet. They call it a revolution of negroes, and
behold the provisional government is wholly composed of whites. They state that the army is filled only with colored men,
and while it is true that among the soldiers of the Eastern districts there are
many brave and capable blacks, still they are outnumbered by the whites, and in
the Department of Las Villas there are only white soldiers in the ranks of the
insurgents. The Spanish Government says that our old chiefs still stand aloof
from us. But on the contrary General Garcia was one of the initiators of the
movement of Yara, and continued the struggle until, when captured by the Spanish,
he attempted his own life in despair. All of the chiefs of Las Villas were in
the first war. Carillo[sic], Sanchez, Gonzalez and Roloff are now at the head
of their old soldiers. And those who were former leaders [illegible] are on
their way there, and are [illegible] than Spain expects.”
“What are the prospects of the
Revolution [illegible] the reporter.”
“At present we are waging a double war
[illegible] Señor Marti; “one in the Cuban camp [illegible] the other here
among strangers in [illegible] bly all kind of resources. We have the
[illegible] work together, the one an army of [combatants?] [illegible] other
an army of auxiliaries. In the prosecution [illegible] war we have to fear the
danger of human [illegible] reverses and of rivalries. But we have no fear
[illegible]tude, or the results of political or military [illegible]ence, which
caused so much trouble in the [illegible] war. General Garcia has already shown
in [illegible] campaign how good a strategist he is. [illegible] an open
engagement, he favors the concentration of forces and constant aggressiveness
and activity [illegible] has had ample opportunity for planning and [deliberations?]
in his five years’s imprisonment in Spain. As to [political?] General Garcia
has a democratic espirit, and [illegible] manifest this in his Government. The
Cuban [illegible] are already accustomed to the exercise of liberty [illegible]
we, the fugitives, have learned its worth by the [illegible] cle about us of
this noble Republic of America.”
“Can you give any estimate of the
probable length of the war?”
“As to the duration of the war, of
course it is impossible to predict exactly. But we can reasonably [illegible]
that the second war will not endure as long as the [illegible]. Much time was
lost at the beginning of the first [illegible] vacillation and hesitation over
the form of the [illegible] Government, in jealous bickering, and in useless efforts
to gain our rights without the spilling of blood. [All?] this delay will be
avoided now. Formerly the Spanish Government said that the revolution was a war
against Spaniards. To-day the Spaniards do not believe this. They know that we
do not wage war against Spaniards but again Spain. I think the war will last
only a short time, and for this opinion I have several reasons. First, the
inhabitants of Cuba cannot give aid to the Spanish army because their slaves,
the only source of their revenue, already refuse to labor for their masters and
fly to the insurgent camps, or hide, after burning the plantation buildings.
Secondly, the exigencies of the revolution are increasing every day and will
son exhaust the resources of Spain. Thirdly, our leaders are disposed to make
the war brief, offensive and aggressive, resting neither day nor night.
“As was stated recently in the
TRIBUNE,” continued President Marti, “there have been Cubans here who have been
faint of heart, and who have feared that [this?] moment had not come to strike
the blow for Independence. But they are taking courage, now that our strength
is apparent, and are gladly coming to our assistance. If there have been
painful schisms in the past, the committee will not remember them. Errors ought
to be recalled only to avoid their repetition. We are not judges but brothers,
and must all join together in the glorious cause of the revolution.
“The committee is preparing an
English circular, which will be given to the press in a few days,” said
President Marti, in conclusion, “We are happy to know that there is much
sympathy for us among the American people.”
New York Tribune, May22, p. 5
Temores y esperanzas de los cubanos
Una charla con el señor José Martí
Expectativas y planes de los revolucionarios – el
ejército en Nueva York y el ejército en Cuba
El martes, un reportero del TRIBUNE
se encontró con el Señor José Martí, Presidente del Comité Revolucionario Cubano
de Nueva York, en casa de éste en East Twenty-ninth-st. El Presidente Martí
parecía estar en el mejor de los espíritus, aunque mostrando evidencia de
exceso de trabajo. El reportero fue recibido de manera cordial y tuvo una larga
conversación con el Señor Martí, o más bien fue un oyente interesado del monólogo
del Presidente sobre los logros y perspectivas de los cubanos.
“No hemos hablado antes,” dijo el Señor
Martí, “porque queríamos hablar con hechos y no con palabras. Preferimos la acción
a las profecías jactanciosas. Después de la terminación inesperada de la última
guerra hubo entre los cubanos aquí una especie de cansancio y desesperanza. No
tenían ningún medio de saber los elementos verdaderos y los recursos
imperecederos de la revolución. En la Isla de Cuba, el gobierno español siguió
dos cursos de acción política. En los departamentos de la región oriental de
Cuba mantuvo un estado de ley marcial. Persiguió y acosó a los patriotas con
vigor implacable. Los líderes del movimiento de los cuales el gobierno tenía
algo que temer, fueron encarcelados o desaparecieron misteriosamente. Entre
estos se encontraban Leites Vidal, que fue llevado lejos en un buque de guerra español;
a Espinosa que embarcó en Nuevitas rumbo a la Habana, a donde nunca llegó;
Cosso fue asesinado en Camagüey; Betancourt y otros dieciocho fueron capturados mientras trabajaban pacíficamente
en los campos y asesinados. Este último crimen tuvo lugar en el Colon, cerca de
la Habana. Además de éstos que sufrieron la muerte, muchos han sido desterrados
a España, como Silverio del Prado, un viejo de setenta y cinco años de edad;
Domínguez y Guevara. Me complace señalar que todos ellos lograron escapar de las
costas españolas.
“En el lado occidental de la Isla
de Cuba el gobierno de España ha hecho muchas protestas de amistad a los
cubanos, permitiéndoles beber unos pocos tentadores sorbos de la copa de la Libertad,
y echándoles algunas migajas de
justicia, haciéndoles promesas que nunca pretendió mantener. El gobierno
pretende mantener a los habitantes del distrito oriental en completa ignorancia
en cuanto a los actos y actitud de la parte occidental de la isla, con el fin
de sofocar el sentimiento de rebelión y prevenir la adhesión a las filas de los
insurgentes. La esperanza de reforma en la parte occidental de Cuba, unida al
cansancio tras la desastrosa guerra que acaba de terminar, hizo creer a muchos
que la nueva revolución no llegaría al presente. Pero una revolución que tiene a
la vista un fin tan glorioso y humano no cesa hasta que llega a lograr el
resultado deseado. La guerra se detuvo sólo a tomar aliento para una nueva
lucha. Fueron las divisiones y las disputas personales las que precipitaron la Paz
del Zanjón. Estas divisiones desaparecieron y las verdaderas causas de la
guerra permanecieron, incrementadas por la perfidia del gobierno español, por
la pobreza ocasionada por la guerra, por la ira de Cuba de haber sido engañada
por España, y por la necesidad que uno tiene de vivir en libertad una vez que
la ha probado. Luego está el terrible peligro de decepcionar a los negros en las
esperanzas de la libertad que les había sido prometida, y la rabia y la desesperación de la
gente por los sufrimientos que España le ha causado al país.
“Se alega que nuestro ejército no
tiene ninguno de sus antiguos jefes,” continuó el Presidente Martí. “Si al
principio estuvieron ausentes fue sólo porque algunos de ellos fueron
asesinados, otros desterrados, y otros estaban fugitivos en este país. El
gobierno se benefició de esto, declarando que la revolución era sólo una guerra
de razas y sin importancia. Guardamos silencio, sabiendo que nuestros actos desmentirían
estas perfidias, y los hechos han llegado. Se dice que no tenemos recursos,
pero hemos enviado tres expediciones — la de General Benítez al sur de Cuba; la
de general de brigada González, a Matanzas, en los dientes del gobierno; y ésta
del General García, que sólo ha comenzado. La llaman una revolución de los
negros y se dice que el gobierno provisional está compuesto completamente de blancos.
Afirman que el ejército está lleno solamente de hombres de color, y si bien es
cierto que entre los soldados de los distritos orientales hay muchos negros bravos
y capaces, aún son superados en número por los blancos, y en el Departamento de
Las Villas sólo hay soldados blancos en las filas de los insurgentes. El
gobierno español dice que nuestros viejos jefes se mantienen distantes de
nosotros. Pero por el contrario, el General García fue uno de los iniciadores
del movimiento de Yara y continuó la lucha hasta que, al ser capturado por los
españoles, en su desesperación intentó quitarse la vida. Todos los jefes de Las
Villas estuvieron en la primera guerra. Carillo[sic], Sánchez, González y
Roloff están ahora a la cabeza de sus soldados. Y aquellos que fueron antiguos
líderes [ilegible] están en camino y son [ilegible] de lo que España espera.”
“¿Cuáles son las perspectivas de la revolución
[ilegible] el periodista.”
“Actualmente estamos librando una
doble guerra [ilegible] Señor Martí; “una en el campo cubano [ilegible] la otra
aquí entre extraños en [ilegible] todo tipo de recursos. Tenemos el [ilegible]
trabajar juntos, el uno un ejército de [combatientes?] [ilegible]mente, otro un
ejército de auxiliares. En la prosecución [ilegible] guerra debemos temer el
peligro de [ilegible] reveses y de las
rivalidades humanos. Pero no tememos [ilegible], o los resultados de políticos
o militares [ilegible]cia, que causaron tantos problemas en la [ilegible]
guerra. El general García ya ha demostrado en [ilegible] cuan buen estratega
es. [ilegible] un confrontación abierta, es partidario de la concentración de
fuerzas y de la agresividad constante y de la actividad [ilegible] ha tenido
amplias oportunidades para planificar y
[¿deliberar?] en sus cinco años de encarcelamiento en España. En cuanto a
[¿político?] el General García tiene un espíritu democrático, y [ilegible] demuestra
esto en su gobierno. Los cubanos [ilegible] ya están acostumbrados al ejercicio
de la libertad [ilegible] nosotros, los fugitivos, hemos aprendido su valor por
el/la [ilegible] sobre nosotros de esta noble República de América.”
“Puede dar algún estimado de la duración probable de
la guerra?”
“En cuanto a la duración de la
guerra, por supuesto es imposible predecirlo exactamente. Pero podemos
razonablemente [ilegible] que la segunda guerra no durará tanto como el/la
[ilegible]. Se perdió mucho tiempo al principio de la primera [ilegible]
vacilación y dudas sobre la forma del
[ilegible] gobierno, en celosas discusiones y en inútiles esfuerzos para
obtener nuestros derechos sin el derramamiento de sangre. ¿[Todo]? este retraso
se evitará ahora. Anteriormente, el gobierno español afirmó que la revolución era
una guerra contra los españoles. Hoy los españoles no creen esto. Saben que no
hacemos la guerra contra los españoles, sino contra España. Creo que la guerra solo
durará poco tiempo, y para esta opinión tengo varias razones. En primer lugar,
los habitantes de Cuba no pueden ayudar al ejército español porque sus
esclavos, la única fuente de sus ingresos, ya se niegan a trabajar para sus amos,
y vuelan a los campamentos insurgentes, o se esconden, después de quemar los
edificios de las plantaciones. En segundo lugar, las exigencias de la
revolución están aumentando cada día y pronto agotará los recursos de España.
En tercer lugar, nuestros líderes están dispuestos a hacer la guerra breve,
ofensiva y agresiva, sin descansar de día ni de noche.
“Como fue señalado recientemente en The Tribune,” continuó el Presidente
Martí, “ha habido aquí cubanos que han sido débiles de corazón, y que han
temido que [¿este?] momento no había llegado el momento de asestar el golpe por la
independencia. Pero están tomando coraje, ahora que nuestra fuerza es evidente
y gustosamente están viniendo en nuestra ayuda. Si ha habido dolorosos cismas
en el pasado, el comité no los recordará. Los errores solo deben ser recordados
para evitar su repetición. No somos jueces sino hermanos, y todos deben unirse
en la causa gloriosa de la revolución.
“El Comité está preparando una
circular en inglés que se dará a la prensa en unos pocos días,” dijo el
Presidente Martí, concluyendo, “Estamos felices de saber que hay mucha simpatía
por nosotros en el pueblo de América.”
New
York Tribune, Mayo 22 de 1880, p. 5
23 de
mayo de 1880, p. 2
The Second
Struggle in Cuba
The
Brooklyn Daily Eagle
It seems now evident that the Cuban
war was ended for the purpose of giving the revolutionists time to prepare for
a new struggle, and that while the Spanish Government thought it was treating
with a conquered people, they were merely giving a breathing spell to the
islanders, who are now ready to renew the conflict strengthened by a powerful
ally, the negroes, whose rage against the Spaniards is great. They were
promised freedom, and have found only slavery, and these poor creatures, whose
good will it was not believed worthwhile to conciliate, are now the most
formidable portion of the insurgent forces in the eastern districts. The Cubans
in this country have been vigilant for the past two years, and have secured
resources sufficient to send out three separate expeditions, and they claim to
be prepared for a long and fierce struggle under General Garcia, who is in
command of all their forces. He has spent five years in prison in Spain, but is
confident of final victory. The war is to be made brief, offensive and aggressive.
Spain will be taxed to her utmost to be prepared for the first blow. Having for
its purpose both the enfranchisement of the negro and the liberty of the
people, it will be a struggle that will call forth the sympathy of patriots of
all countries, and it can but awaken intense interest in this country, where
the feeling is strongly against the further possession of the Island of Cuba by
Spanish executioners, spies and tax collectors. The Provisional Government has
been formed, and the exigencies of the revolution are increasing every day. How
Spain will prepare to meet them remains to be seen, but certain it is that the
Spanish forces in Cuba will be denied one source of aid which they had in the
first war — the slaves — and they will be entirely dependent upon Spain for
supplies of all kinds. The Cubans have certainly shown a degree of caution in
this matter which they have not been credited with heretofore, and the
probabilities are that the Spanish Government will find itself more surprised
than it will admit, when it discovers the fight to be made for liberty by the
Cubans, who are determined to avenge the sufferings brought upon them by Spain.
May 23,
1880, p. 2
La segunda guerra en Cuba
The Brooklyn Daily Eagle
Ahora parece evidente que la guerra
cubana concluyó con el fin de darles a los revolucionarios tiempo para
prepararse para una nueva lucha, y que mientras el gobierno español pensó que
estaba tratando con un pueblo conquistado, simplemente estaba dándoles un respiro
a los isleños, que ahora están listos para renovar el conflicto, fortalecido
por un poderoso aliado, los negros, cuya rabia contra los españoles es grande.
Ellos recibieron la promesa de libertad y han encontrado sólo la esclavitud, y
estas pobres criaturas, cuya buena voluntad no se creía que valía la pena conciliar,
ahora son la parte más formidable de las fuerzas insurgentes en los distritos
orientales. Los cubanos en este país han estado alertas durante los últimos dos
años y han asegurado los recursos suficientes para enviar tres expediciones
separadas, y dicen estar preparados para una larga y feroz lucha bajo el
General García, quien está al mando de todas sus fuerzas. Él ha pasado cinco
años en prisión en España, pero confía en la victoria final. La guerra será
breve, ofensiva y agresiva. España tendrá la carga de hacer todo lo posible para
estar preparada para el primer golpe. Teniendo como propósito la emancipación
de los negros y la libertad del pueblo, será una lucha que suscitará la
simpatía de los patriotas de todos los países, y no puede sino despertar
intenso interés en este país, donde el sentimiento es fuertemente contra la
mayor posesión de la isla de Cuba por los verdugos, espías y recaudadores de
impuestos españoles. El Gobierno Provisional ha sido formado, y las exigencias
de la revolución están aumentando cada día. Cómo España se preparará para enfrentarse
a esto todavía está por verse, pero cierto es que a las fuerzas españolas en
Cuba se les negará una fuente de la ayuda que tuvieron en la primera guerra —
los esclavos — se verán enteramente dependientes de España para suministros de
todo tipo. Los cubanos han demostrado sin duda un grado de cautela en este
asunto por el que ellos no han sido acreditados hasta ahora, y las
probabilidades son de que el gobierno español se encontrará más sorprendido de
lo que admitirá, cuando descubra la lucha a favor de la libertad por los
cubanos, que están decididos a vengar los sufrimientos que España les ha
ocasionado.
Obras
citadas
Camacho, Jorge. “Muerte y resurrección de los
ñáñigos.” Islas Quarterly Journal of
Afro-Cuban Issues 6. 18 (2011): 32-40.
---. “El miedo y la deuda en las crónicas de Patria, de José Martí.” Islas Quarterly Journal of Afro-Cuban Issues
2. 9 (2008): 34-46.
De Armas y Cárdenas, José. “Martí.” Así vieron a Martí. Prólogo y notas de
Gonzalo de Quesada y Miranda. La Habana: Instituto Cubano del Libro, 1971.
13-17.
De Quesada y Miranda, Gonzalo. Facetas de Martí. La Habana: Editorial Trópico, 1939.
Martí, José. “Una orden secreta de africanos.” Obras Completas 5. La Habana: Editorial
de Ciencias Sociales, 1991. pp. 324-25.
Morán, Francisco. Martí, la justicia infinita. Verbum: Madrid, 2014.
Rojas, Rafael. “Martí y los negros.” Libros del crepúsculo, 14 de agosto de
2012.
[i] En esta época ya existía
la llamada “syndicated press,” es decir, artículos y noticias que se
distribuían en toda la prensa estadounidense. El reporte que cito había
aparecido el 21 de enero en el Harrisburg
Telegraph (Pensilvania), y el mismo día 22 apareció también en Daily Charlote Observer (Carolina del Norte),
The Salt Lake Herald (Utah), The Wilmington
Morning Star (Carolina del Norte), The
Atlanta Constitution (Georgia) y en el Richland Beacon (Luisiana). Hay que
aclarar, sin embargo, que en 1881 un nuevo reporte proveniente de La Habana en
el que se lee: “A secret society of outlaws, calling themselves ‘nanigos,’
heretofore composed of negroes only, has extended to the white population. The
police surprised a meeting of thirty-five members swearing in new members,
arresting them and capturing all the apparatus. Thirty-three of the members
were white. Great indignation is manifested at the existence of such a society,
and it is expected the government will act summarily” [Una sociedad secreta de
forajidos, que se llaman a sí mismos ‘ñáñigos,’ compuesta hasta hora solo de
negros, se ha extendido a la población blanca. La policía sorprendió una reunion de treinta
y cinco miembros juramentando nuevos miembros, y los arrestó y capturó todos
los equipos. Treinta y tres miembros eran blancos. Hay una gran indignación por
la existencia de tal sociedad, y se espera que el gobierno actuará
sumariamente”] (The Saint Paul Globe,
Minesota. 14 de julio de 1881. p. 3). El reporte sugiere la contaminación de la
población blanca – de los treinta y cinco miembros, solo dos no eran blancos –
al mismo tiempo que, aun cuando esté implícito, no se mencionan los fines
violentos de la asociación. Si su meta principal era matar blancos y ahora los
blancos estaban entrando en la asociación, ¿había cambiado la tarea de los
ñáñigos?
[ii] En mi estudio Martí, la justicia infinita me refiero a
una oposición similar que hace Martí en la crónica publicada en El Partido
Liberal, de México, el 7 de marzo de 1889, y donde comenta el estudio sobre los
Estados Unidos Jonathan y su Continente,
de Max O’Rell (pseudónimo de Paul Blouet). Al referirme al texto martiano
expresé: “Para Martí los Estados Unidos son ‘este gigante en cuyas venas corren
por átomos, galopando como ferrocarriles que se dan caza, masas compactas, como
de gusanos’ […]. Dice de ellos que ‘no cabe aún juzgar[los] como nación
definitiva, sino como casa de pueblos,’ y dramatiza esa incompletez, la falta
de armonía entre los miembros, con una imagen elocuente: ‘el piano de Nueva
York en la selva de Dakota […], la selva de Dakota en el piano de Nueva York.’
Como puede verse, en la contraposición piano-selva y Nueva York-Dakota está
implícita la de civilización-barbarie. Y por supuesto, lo primero, la
civilización, aparece metaforizada en el piano (la música clásica, europea y
blanca). En cuanto a la selva, la oposición no solo implica un sujeto
específico –el negro sobre todo– sino también una banda sonora idiosincrática:
la percusión del tambor, la música que resiste a la partitura. Sin embargo,
debe advertirse que el sello de la barbarie no es ella misma, sino la polución
que implica: que la selva de Dakota perturbe las escalas del piano neoyorkino.
Preocupación esta por el piano de salón harto sospechosa en quien se nos
presenta como el máximo censor de la riqueza. A menos, claro, que ese piano
represente a uno de los dos “intereses supremos de las comunidades de los
hombres,” en este caso “los espirituales,” además de “los políticos” (Morán
432). Debo aclarar ahora lo que se me pasó entonces. Sé, por supuesto, que
Martí no está hablando de África, pero al contraponer selva-piano – y por tanto
civilización-barbarie – tanto la selva como el piano no fallan evocar la
oposición apuntada.
[iii] Ver: Rafael Rojas, “Martí y los
negros.” Libros del crepúsculo.
Martes, 14 de agosto de 2012. http://www.librosdelcrepusculo.net/2012/08/marti-y-los-negros.html
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